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Conocía bien aquellas líneas.
Eran caminos, en otro color,
donde ya había visto el día amanecer en fuego
y robarles la inocencia alba de la luz de la luna reflejada en la arena.
Caminos donde ver escurrir un poco de agua,
y con ella llegarme una hipótesis aún frágil de vida,
mientras se evanescían la fiebre, el miedo,
y la soledad de las distancias escogidas.
Caminos de gestos económicos, sencillos,
donde siempre habían promesas de caricias por ocurrir
y sonrisas coronando brillos en los ojos de los días,
como cánticos de victorias tenidas, o pasos dados libres.
Conocía bien aquellas líneas.
Sangre caliente y espesa bajo una palma ardiente y tierna,
más clara, generosa, rebelde con causa, postergando
al imposible el momento de ceder y decir sí.
Después seguir adelante, concordar, esconder, pretender,
disputar torneos en tableros socialmente creíbles.
-mas hasta entonces, líneas.
Un destino cierto ocurriendo en detalles.
En los pasos ligeros, a mi lado, mientras pláticas sin rumbo,
y en las voces súbitamente hablando más bajo que la luna enorme,
amarilla entre las dunas, repetitivas y mágicas
Y había en los ojos otras líneas, no trazadas,
destinos no esbozados, palabras jamás dichas hasta el fin
- como si hubiera un fin que las palabras pudieran alcanzar
o tal vez transformar en líneas de sangre oscura,
ríos bajo la piel hablando de nuestras creencias más sencillas
y de los rumbos que el corazón y la vida escogieran antes que nosotros.
Si, las conocía bien a aquellas líneas,
y a su fuerza la conocí una noche
cuando los gestos rituales de una danza inmemorial,
reflejando la luz privada de una hoguera escondida,
fueron revelando una por una todas las líneas de aquellas manos.
Y con ellas las esperanzas, sin límites de horizonte o de alegrías,
y el afecto sin frenos, ni rodeos, ni amarras,
y, a los pocos, la perfección intocable, intocada y desnuda
del fruto maduro, ofertándose ya listo,
que el tabú antiguo prohibía coger.
Y las líneas me hablaron del mundo por mucho tiempo
(hasta el silencio de todo, menos de los ojos, diciendo inmensidades )
Ahora los tiempos eran otros ,
Mas yo las conocía bien a aquellas líneas, que no volvería a ver
después que el frío de la madrugada me recordara,
más de veinte años antes, cómo es frío amanecer solo.
Líneas que ahora, súbitamente, reencontraba.
Sorprendido, mas no sin esperarlas,
en el gesto prosaico de una mano tendida para mí,
asegurando algo que yo no pegaba, esperando.
Erguí mi mirada
sabedor que despreciaría el silencio de todo
menos de lo que esos ojos iban a decirme de inmensidades.
Mas vi cuando la mano tembló, las líneas se contrajeron,
y parecieron serpentear y buscar nuevas formas,
como nuevos caminos ambicionando un viejo mapa,
o dudas de vidente sobre un destino mal previsto
ya desarrollándose en detalles capaces de sorprenderlo.
En la madrugada cambiamos silencios e inmensidades.
Era tanto lo que sabíamos uno del otro
que no había un tiempo para las palabras.
Aplacamos sedes en gestos mil veces entrevistos,
reconocidos, ambicionados inmensamente.
Fue un adiós...
(texto de Henrique Mendes)
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