Llegará el día que la línea, como una risotada interrumpida,
se quedará inconclusa. Por escribir.
Mas en ese día nada se quedará diferente.
No cambiará el espacio, que seguirá vago,
como siempre lo estará el espacio de los poetas. Disponible.
Y que, a pesar de eso, seguirá repleto
porque jamás podría quedarse de otra forma
un espacio que la propia ausencia llena y enuncia.
Y lo que resta en la memoria de los otros
capaz de merecer una cita concreta, reproducible,
una frase lapidaria que ilustre bien una situación,
o que claramente apunte un norte,
será tan importante cuanto ese espacio de ser inmutable,
que nada jamás ha alterado, y que ningún fin terminará.
Y si nada llegara a cambiar a los ojos de los otros,
si hubiera apenas una vaga sensación de falta,
de cosa indefinible que el cotidiano crudo apagará
habrá aún la memoria de aquellos que un día,
por todo el breve tiempo encantado de un poema,
volaron más alto y vieron el mundo con otros ojos,
y supieron que ser Poeta es tener otra voz
y otra forma de conciencia.
Inmortal, mismo que en silencio.
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